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Etiqueta: neurociencia

Domina la ciencia del color: estrategias neurocientíficas para atraer y convertir a tu audiencia

El ser humano es un ser visual por naturaleza. De hecho, el 30 % de nuestras neuronas están dedicadas exclusivamente al procesamiento de estímulos visuales. En un mundo cada vez más saturado de información, entender cómo el color influye en nuestras percepciones y decisiones se ha convertido en una habilidad esencial para cualquier profesional del marketing y la publicidad.

El auge del color en la publicidad moderna

En las últimas décadas, la importancia del color en nuestra sociedad ha crecido exponencialmente. Investigaciones recientes han demostrado que el color puede hacer mucho más que simplemente embellecer un diseño: puede influir en nuestra percepción de un producto, nuestra disposición a comprar y hasta en cómo nos sentimos al interactuar con una marca.

Por ejemplo, el color de un botón en una página web puede determinar si convierte a visitantes en clientes, y la elección del tono en el packaging de un producto puede ser el factor decisivo para que lo elijan sobre sus competidores en una estantería.

Psicología del color vs. neurociencia del color

Mientras que la psicología del color nos ofrece valiosas perspectivas sobre cómo los diferentes tonos pueden evocar emociones y comportamientos específicos, la neurociencia del color lleva este conocimiento a un nivel más profundo. Combina las respuestas emocionales con los procesos neurológicos que ocurren en nuestro cerebro al percibir colores.

Por ejemplo, sabemos que el rojo aumenta el ritmo cardíaco y estimula la liberación de adrenalina, lo que puede ser aprovechado para crear urgencia o captar atención en una campaña publicitaria.

Por otro lado, los tonos fríos, como el azul, pueden inducir calma o incluso tristeza, dependiendo del contexto. Sin embargo, es fundamental recordar que el significado del color puede variar drásticamente entre culturas.

Lo que puede representar pureza en una región, como el blanco en España, puede simbolizar luto en otra, como en China.

Aplicando la neurociencia del color en tus estrategias publicitarias

La publicidad tiene un objetivo claro: captar y mantener la atención de tu audiencia.

A continuación, te comparto algunos consejos respaldados por la neurociencia del color para que puedas optimizar tus esfuerzos creativos y mejorar la efectividad de tus campañas:

  • Texto negro sobre fondo amarillo: Esta combinación es ideal para paneles publicitarios y marquesinas exteriores debido a su alta legibilidad desde largas distancias.

  • Texto negro sobre fondo blanco: Perfecto para textos largos y detallados, como en libros o documentos de Word, ya que facilita una lectura fluida y sin distracciones.

  • Texto blanco sobre fondo negro: Aunque visualmente atractivo, esta combinación puede reducir la importancia percibida del contenido debido a su dificultad de lectura.

  • Texto rojo: Si bien el rojo capta la atención, es menos efectivo para transmitir mensajes complejos o serios, porque puede ser difícil de leer y no generar confianza.

  • Evita el bajo contraste: Cuanto menor sea el contraste entre el fondo y el texto, más difícil será de leer. Un buen contraste asegura que tu mensaje se perciba claramente.

  • Cuidado con los textos multicolor: Aunque pueden ser visualmente llamativos, los textos con múltiples colores pueden resultar ilegibles y dar una impresión de poca seriedad.

El color no es solo una herramienta estética; es una pieza estratégica fundamental en cualquier campaña publicitaria.

Recuerda que un impresionante 93 % de los consumidores toma decisiones de compra basándose en la apariencia visual, y el color juega un papel crucial en ese proceso.

Sumérgete en el conocimiento del color

Si deseas profundizar en la neurociencia del color y explorar su impacto en la historia, la mitología y la cultura, te recomiendo encarecidamente Psicología del color de Eva Heller. Este libro es una guía esencial para cualquiera que quiera dominar el arte y la ciencia de la colorimetría en publicidad.

¿Qué tienen en común Ikea, el Concorde y el horóscopo?

En este artículo te traigo 5 sesgos que nos afectan cada día y quizá no conocías

Estamos llenos de sesgos y esto no lo podemos evitar.

Pero, por si no conoces lo que es un sesgo, comencemos por el principio…

El cerebro es uno de los órganos más fascinantes de nuestro cuerpo. Y, aunque todavía encierra muchos misterios, en las últimas décadas han tenido lugar avances significativos en la neurociencia que nos han permitido comprender mejor su funcionamiento.

Uno de los descubrimientos más relevantes en este campo llegó de la mano de Daniel Kahneman con su libro Pensar rápido, pensar despacio, publicado en 2011, que planteaba que nuestro cerebro opera utilizando dos sistemas de pensamiento, el Sistema 1 y el Sistema 2:

  • Sistema 1: tiene una forma más primitiva, es el resultado de la evolución de millones de años. Es un sistema automático, rápido, intuitivo y emocional. Por ejemplo, es el responsable de que frenemos cuando vamos conduciendo y vemos un obstáculo en la carretera.

  • Sistema 2: desde el punto de vista evolutivo es más reciente y es lento, consciente, analítico y reflexivo. Se activa cuando llevamos a cabo acciones más complejas, como tomar una decisión sobre un proyecto futuro.

Estos dos sistemas se complementan y cada uno tiene sus propias ventajas y desventajas. El Sistema 2 es más preciso y flexible, pero consume mucha energía cognitiva. Sin embargo, el Sistema 1 consume pocos recursos cognitivos y es eficiente, pero debido a su naturaleza rápida e intuitiva, puede cometer errores. Algunos de ellos son los que conocemos como sesgos cognitivos.

“Los sesgos cognitivos, por tanto, son errores sistemáticos en el pensamiento que afectan a la forma en que tomamos decisiones o percibimos la realidad.”

Hay registrados más de 170 sesgos. Hoy te traigo 5 curiosos que seguro que te generarán un momento “qué interesante”. Sigue leyendo 👇

1. Efecto IKEA

“El efecto Ikea es la tendencia a valorar más los productos que hemos realizado por nosotros mismos”.

Fue bautizado así en honor al ritual de “montarse uno mismo los muebles en IKEA”.

Fue en 2011 cuando 3 neurocientíficos, Norton, Morchon y Ariely hicieron un experimento donde demostraron que apreciamos más los objetos en los que hemos invertido tiempo y esfuerzo. Así pues, existe una mayor valoración personal por la implicación en el proceso y que había una relación directa entre el esfuerzo y el apego.

Sin embargo, el DIY llevaba varios años en el mercado, como con las tartas de Royal. En su interior, estas tartas incluyen un sobre de ingredientes premezclados a los que solo hace falta añadir leche o huevos. Si bien la preparación es muy sencilla y nos ayuda a ahorrar tiempo, nos implicamos en el proceso y sentimos que lo hemos hecho nosotros mismos, lo cual nos genera una mayor satisfacción que si compramos una tarta ya horneada.

2. Efecto arrastre

“El efecto arrastre hace referencia a la tendencia del ser humano a adoptar determinados comportamientos o actitudes porque otras personas lo hacen”.

Este sesgo se explica porque somos seres gregarios y a nuestro cerebro le resulta más sencillo (y ahorra energía) imitando el comportamiento del resto, pues confiamos en que si lo hace la mayoría es la opción correcta.

También se conoce al efecto arrastre como “efecto Bandwagon”. Este término tiene su origen en el siglo XIX, cuando las campañas políticas estadounidenses consistían en carruajes con adornos en los que iban los políticos que animaban a la gente a subirse como apoyo a los candidatos.

Un ejemplo del efecto arrastre o Bandwagon es la clásica forma de decantarnos por un restaurante que está lleno, mientras que si está vacío suele ser un motivo disuasorio.

3. Falacia del Concorde

“Es la tendencia de las personas u organizaciones a seguir invirtiendo en aquel proyecto no rentable o fallido por los recursos previamente invertidos en vez de centrarse en los beneficios futuros”.

La clave de este sesgo está en la justificación del camino recorrido como elemento clave para no soltar lo que no es viable.

Este término viene del avión supersónico Concorde, que fue un proyecto conjunto entre Reino Unido y Francia en el que se invirtió una suma cuantiosa de dinero. A pesar de que durante el proceso se determinó que no sería viable por los costes y la falta de demanda, ambos países prefirieron seguir invirtiendo.

4. Efecto Forer

¿Eres de los que te crees el horóscopo?

“Este sesgo asegura que tendemos a aceptar descripciones vagas y generales sobre nuestra personalidad como si resultaran muy específicas, aunque esas descripciones puedan aplicarse a muchas personas”.

Por ejemplo, cuando leemos el horóscopo y nos sentimos identificados con todos los rasgos asociados a nuestro signo zodiacal.

El nombre de este sesgo viene de un psicólogo estadounidense que, en 1948, hizo un experimento para demostrar su existencia. Descubrió que los sujetos aceptaban descripciones de personalidad vagas y generalizadas que él mismo había creado, tanto así que eran idénticas en todos los casos y, aun así, todos los participantes se sintieron identificados.

5. Maldición del conocimiento

Si no entiendes cómo hay gente que no sabe algo que es obvio para ti, esta es la definición del sesgo de la maldición del conocimiento.

“La maldición del conocimiento hace referencia a que, cuando hemos adquirido un conocimiento específico, nos resulta muy complejo recordar cómo era no saberlo y acostumbramos a subestimar la dificultad de las otras personas para entenderlo.”

Puede ser complicado de gestionar en entornos profesionales y educativos, pues este sesgo nos hace suponer que la información es más clara o fácil de entender de lo que realmente es por el hecho de que nosotros ya la conocemos.

Un truco para esquivar este sesgo es adoptar la perspectiva del principiante. Es decir, intentar recordar cómo era nuestra realidad antes de tener cierta información o conocimientos y ajustar nuestro discurso.

¿Qué te han parecido? ¿Los conocías?

Estos son tan solo algunos de los muchos sesgos cognitivos que influyen en nuestro día a día. Aunque estos sesgos permiten tomar decisiones rápidas sin consumir demasiados recursos cerebrales, también pueden llevar a prejuicios, malentendidos o decisiones cuestionables.

Por ello, reconocerlos y tenerlos en mente nos ayudan a mejorar la forma en que tomamos decisiones y a ser más críticos con ese funcionamiento automático del veloz Sistema 1.

El sentido del tacto y la venta

Un estudio revela que un leve roce físico es un driver de compra 

Las ventas cara a cara pueden ser uno de los escenarios más desafiantes para un vendedor. Todavía lo es más si este se encuentra en un supermercado y le han encargado que aumente las ventas de unas pizzas congeladas utilizando la táctica de la muestra gratuita.

Pero un estudio realizado hace varios años demostró que es posible vender más utilizando uno de nuestros sentidos: el tacto.

Este estudio tenía como objetivo investigar el contacto interpersonal a la hora de aceptar una propuesta relacionada con un producto. Para llevarlo a cabo, los investigadores se hicieron pasar por vendedores que ofrecían un trozo de pizza para probar frente a la sección de congelados de un supermercado. Seguro que alguna vez te has encontrado un puestecito así, cuyo objetivo es dar a conocer un nuevo producto.

Los investigadores crearon dos grupos: en uno no hubo ningún tipo de contacto y, en el otro, cuando se preguntaba a los sujetos si querían probar un trozo de pizza acompañaban la frase con un pequeño toque en el brazo.

¿Sería suficiente este contacto mínimo para que estuvieran más predispuestos a acceder?

Pues así fue: cuando no hubo contacto, solo un 51 % quiso probar la pizza frente a un 79 % cuando sí lo hubo.

Además, de las personas que la probaron, la compraron el 37 % de los que recibieron contacto y el 19 % de los que no recibieron contacto. Este estudio nos demuestra que, ante un breve y respetuoso contacto físico (en este caso, se mantuvo una distancia adecuada con el sujeto), existe una mayor posibilidad de que el cliente haga lo que le pedimos.

 Eso sí, no hubo diferencias en la prueba hedónica: de entre todas las personas que probaron la pizza no se detectó que el contacto o la ausencia de él cambiaran la percepción del sabor.

¿El contacto físico afecta igual a hombre o mujeres?

Lo que tampoco no alcanzó a investigar este estudio fue si existía alguna diferencia entre los hombres y las mujeres. De entrada, no parecía haber diferencias, aunque algunos expertos aseguran que los hombres podrían ser más receptivos al contacto puesto que, según argumentan, se sienten menos competentes en el campo de la alimentación.  

Pero ¿cómo un solo roce puede incrementar las ventas? El sentido del tacto está asociado con una reducción del estrés, siempre y cuando el tipo de contacto y la zona corporal sean adecuados, así que hay que tener cuidado a la hora de aplicar esta técnica.

“Un pequeño roce en el brazo puede aportar cercanía a la interacción y, además, hace que los clientes tengan una mayor predisposición y sean más accesibles”.

Un escenario ideal para aplicar la estrategia del tacto es aprovechar las ferias profesionales o cualquier otra situación similar en la que no haya un mostrador por medio.

Recuerda:

Acortar la distancia y eliminar cualquier interferencia visual entre ambas personas resulta efectivo para lograr una comunicación más fluida y próxima, pero si añadimos un leve roce puede lograr que tu cliente potencial esté más receptivo a cualquiera de tus propuestas.

Compradores y sostenibilidad: ¿estamos realmente comprometidos?

Explora cómo la neurociencia revela la verdadera relación entre nuestras decisiones de compra y nuestra preocupación por el medio ambiente

Desde hace varias décadas nos venimos enfrentando a las consecuencias del cambio climático causadas por el ser humano. La mayoría de ellas ya son visibles hoy en día: glaciares que se deshielan, temperaturas más altas, sequía o especies en peligro de extinción, por nombrar solo algunas.

Además, ¿sabías que todavía sigue existiendo el primer cepillo de dientes que se fabricó? El plástico es un material que no se degrada, por ello en la actualidad encontramos numerosas alternativas, desde envases de cristal hasta cepillos de dientes de bambú o botellas de aluminio. Podríamos decir que los consumidores nos hemos vuelto más conscientes y más exigentes cuando llega la hora de comprar y esperamos que las marcas nos ofrezcan opciones más sostenibles.

Sin embargo, un estudio realizado en Irlanda por Future Proof Insights ha revelado que, aunque estas opciones existan, tal vez no sean nuestras favoritas en el momento de comprar. Para ello, indagaremos en el comportamiento del consumidor, que estudia los procesos de toma de decisiones, pues, como la neurociencia demostró hace unos años, la mayor parte de la actividad cerebral tiene lugar de forma inconsciente y opera de formas que, a veces, ni siquiera nosotros mismos alcanzamos a comprender.

El objetivo del estudio de Future Proof Insights era conocer la eficacia de los mensajes relacionados con la sostenibilidad con relación al comportamiento del consumidor. ¿El fin? Poder optimizar el marketing de los productos sostenibles para que resultaran más efectivos y permitieran crear un entorno más consciente con el medio ambiente.

Por un lado, los sujetos del experimento reconocieron que sus hábitos eran poco sostenibles, pero que tenían intención de cambiar eso. ¿Y qué ocurría con sus acciones? Pues, para estudiarlo, utilizaron varias metodologías de neuromarketing: electroencefalograma (mide las ondas cerebrales), eye tracking (estudia la mirada) y facial coding (captura las microexpresiones faciales). Los participantes fueron expuestos a distintos estímulos relacionados con la sostenibilidad y la hipótesis apuntaba a que eso haría que comprasen de forma más consciente. Finalmente, crearon un modelo de machine learning que entrenaron para calcular cómo los sujetos se enfrentarían a la compra y correlacionarla con la intención.

Los resultados, sin embargo, mostraron una diferencia considerable entre la intención de compra (que seguía principios sostenibles) y la correlación neuronal. Esto podría indicar que, aunque los consumidores aseguran que prefieren productos sostenibles, su respuesta neuronal no. Además, el uso del electroencefalograma confirmó que los estímulos relacionados con la sostenibilidad no lograron generar un efecto inmediato, por lo que es necesaria una mayor exposición a este tipo de mensajes para influir en el comportamiento del consumidor.

Para acabar, el estudio destacó la complejidad que supone motivar un comportamiento sostenible, pues se observó que los consumidores suelen elegir la opción más fácil para lograr sus objetivos y pasan por alto otras que pueden ser más caras o complicadas. Por ejemplo, ante una botella de leche envasada en cristal o en brick, lo más seguro es que optemos por el brick porque es más económico, más ligero y, simplemente, estamos más familiarizados. Es decir, que nuestro cerebro prefiere la vía rápida: las alternativas sostenibles normalmente requieren un mayor esfuerzo cognitivo que condiciona la decisión final.

Esto no es nuevo, puesto que otros estudios anteriores han confirmado que lo que decimos que queremos suele diferir de lo que hacemos. De hecho, mi web abre con una frase de David Ogilvy que es perfecta en este contexto: “Los consumidores no piensan en cómo se sienten. No dicen lo que piensan y no hacen lo que dicen”. También ocurre algo similar con la comida: aunque decimos preferir opciones más saludables, la realidad es que las cadenas de comida rápida son cada vez más populares.

Entonces, ¿cómo podemos vender opciones más sostenibles (o más saludables) para que el consumidor las prefiera? Reduciendo el esfuerzo cognitivo. Es decir, simplificando el mensaje lo máximo posible para que sea fácil de entender y el producto resulte sencillo de utilizar o de consumir. Si parece complicado, lo más probable es que nuestro cerebro decida ignorarlo.

En resumen: este estudio es un ejemplo más de la importancia de conocer nuestro inconsciente. Los datos más recientes aseguran que tomamos el 95 % de las decisiones de forma inconsciente, y eso hace que nuestro cerebro racional a menudo se vea arrastrado a ciertos comportamientos o decisiones que, a veces, no podemos justificar. Por eso las neurociencias y el neuromarketing resultan imprescindibles hoy en día: nos ayudan a entender qué es lo que sucede realmente en la mente de nuestros consumidores.